El síndrome del "güevón"

Leyendo un artículo que publicase el Director de Datanálisis, Luis Vicente León, en el diario El Universal, al que titula "Estoy asqueado" sentí que por primera vez en mucho tiempo leía a alguien decir algo muy cierto y real sin tener que meter de por medio el asunto de quién es el culpable, o decir desde su bando que eso lo generó el contrario. El facilismo, la propensión a ser corruptos, es nuestra realidad y no sólo de ahora, pero si es de ahora que pareciera que son más lo que lo ven como lo que hay que hacer, y somos menos los que quedamos de "güevón" por decidir rendir honor a nuestros educadores y familiares que con esfuerzo, constancia y ejemplo nos inculcaron los buenos valores, y sentido de la ética y la moral.

-Por favor, en lo que resta del texto tengan la amabilidad de darle emoción al momento de decir "güevón",
siéntanlo al decirlo, y se acercarán al verdadero sentido con el que lo digo.-


Disculpen la expresión empleada, pero es que creo que ese es el nombre de la enfermedad que hoy padezco, el Síndrome del "güevón".  Y es que no hago más que escuchar esa palabra cuando me dicen que tengo un tío que tiene un amigo que cobra Bs.10.000 para arreglar el asunto de la lista de espera para los carros del plan Venezuela Productiva Automotriz, y yo digo que no estoy urgido por el carro, y que igual no le voy a pagar a una persona que lo que está es haciendo dinero fácil con actividades corruptas. La escucho también cuando no le paro a las subastas del SICAD y prefiero prestar el poco dinero que puedo ahorrar para que eventos que ayudan a los estudiantes de mi carrera a formarse puedan avanzar mientras esperamos a que un patrocinante pague. Y así, la escucho en muchas cosas más.

Sí, trato de conseguir un carro a través del plan del Gobierno, porque hacerlo en un concesionario me sale más caro y me quieren clavar más accesorios que me aumentan casi que un 50% el precio, ya altísimo por demás, y mis ingresos no son ni la mitad de lo que recibe el afortunado "güevón" del que se burlan en el artículo de León. Al final, soy una persona que aún sabe disfrutar de no tener que vivir el estrés de las colas y que aún sabe tolerar, y evitar, los congestionamientos del Metro. Si nuestras calles fuesen más limpias y menos hostiles, creo que disfrutaría más de caminar.

"Sí eres güevón, vas a terminar pelando bolas como tu papá"

Mi padre, siempre ha sido una persona "desprendida" -digámosle así- de lo económico, de lo material -aunque a veces creo que en exceso-. Es una persona que si bien ha tenido momentos para aprovechar oportunidades, le ha dado más importancia a sus actividades políticas de base, y ha rechazado la oportunidad de tener cargos "cómodos" porque no le permitiría opinar cuando quiera y trabajar con las bases, sean populares o sindicales, que es lo que le encanta. Digamos que es otro "güevón", a los 50 años fue que logró tener su propio apartamento, gracias en parte a la obstinación de su actual esposa, otra mujer que aunque aprovecha las oportunidades, en ningún momento se acerca a los negocios "fáciles" ni a los tratados oscuros.

-Adivinaron, mi papá es de esas personas que se dedican a la política de manera honesta, a veces sin recibir ni medio a cambio, de esos que el propio sistema rechaza dentro de su estructura, y por eso es que a veces escucho la frase que coloqué como título de esta sección.-

Toda mi vida, tanto mi padre como mi madre, me han enseñado y motivado a luchar por mis metas: Mi padre me ha enseñado a valorar lo que tengo y a saber escoger lo que quiero, lo que necesito y lo que deseo. Mi madre me ha enseñado a esforzarme para alcanzar mis objetivos, a tener constancia, y a veces resignación. Entre los dos han logrado hacer de mí lo que soy hoy, un justo y soñador "güevón". Y les agradezco por hacerme el "güevón" que soy hoy.  Muchos a veces me preguntan si yo tengo algún anhelo o si soy un conformista más. Les respondo: Sí, anhelo tener un nivel de vida cómodo, sin tener grandes preocupaciones más que vivir plenamente, tener la oportunidad de viajar y conocer, y de aprender, de hacer lo que me gusta y trabajar en lo que me apasiona, y sobre todo sin acudir a los excesos y el derroche. No, no aspiro un yate, no aspiro una mansión, no quiero cosas excesivamente grandes y ostentosas porque no tengo ninguna carencia que llenar con cosas materiales. Pero eso no significará nunca que no me compre lo que me guste, y me lo compraré porque me gusta, no porque me da estatus ni porque la marca que lleva me hace sentir más.

Anhelo una cosa más, aunque a veces no sé si la cumpliré porque siento que en este país, por ahora, eso sólo se puede lograr con favores, con contactos y con triquiñuelas, en cualquier organización política por igual. Anhelo poder lograr un día influir en el cambio de este país, en poder trabajar por un país mejor, por una sociedad mejor, alcanzar espacios públicos de gran impacto y desde ahí demostrar que puede llegar gente verdaderamente honesta, que está en esos espacios porque de verdad disfruta de trabajar para el prójimo. Porque dejémonos de mentiras, en nuestra sociedad los cambios grandes sólo vienen desde las estructuras del Estado que tienen la capacidad de generar un impacto de tal magnitud.

Para dejar la cháchara, lo que más aspiro por sobre todas las cosas es que la gente entienda que ser "güevón" no es una situación de desventaja, muchos no quisieron serlo y se metieron en drogas, terminaron estafados, fueron señalados de corruptos, terminaron presos, o incluso muertos. El camino fácil, tarde o temprano, termina en un barranco. Es preferible seguir siendo fiel a los principios y valores positivos, a dejar a la gente confundida cuando intentan hacer que uno escoja la opción fácil recibiendo de vuelta un rechazo. Porque no hay nada más genial que dejar a la gente pensando "¿y qué se cree este güevón?", dejar fuera de base al que cree que se la está comiendo. De seguro en ese momento saldrá del individuo un "Si eres güevón, ¡ya vas a salir de abajo así!", o expresiones similares, eso fue una estocada directa a su orgullo, y no encontró otra manera de defenderse y autocompadecerse que intentando disminuir al otro con insultos y descalificaciones.

Yo sí honro, reconozco y practico lo que en la vida siempre me enseñaron para bien. Yo sí me siento orgulloso de ser "güevón", y aunque el otro tenga más poder o más dinero, yo termino siendo superior. Tengo la moral para reclamarle al que se me colea, y de sapear con gusto al que está aportando a la degradación de esta sociedad con sus malas mañas -por suerte las instituciones han funcionado cuando lo he intentado-.

Ser "güevón" por lo que vengo diciendo nunca será malo, sólo no satisfará lo que los facilistas esperan, sólo eso.  Tener el síndrome del "güevón" permitirá que nuestra sociedad, y nuestro país, siga teniendo un grado de esperanza.


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