La violencia está a nuestro alrededor

Es innegable que vivimos un momento importante, y un tanto delicado, en nuestro país. Durante el último mes y medio vienen presentándose diariamente confrontaciones entre venezolanos, no sólo en el ámbito de las ideas, sino también a nivel físico. Esto ha sido cada vez más común porque progresivamente nos hemos convertido en una sociedad que tiende a ver a la violencia como mecanismo para dar solución a conflictos -- aunque más que dar solución termina siendo la imposición de una solución.

Ciertamente, en un contexto de impunidad, de falta de reglas, de falta de orden, y de autoridad, de existencia de alcagüetes y de zánganos (y hablo de la gente en general), surgen las iniciativas individuales, y por tanto egoístas (y digo egoísta, porque al final uno siempre tira para su equipo),  por hacerse "justicia" y "solucionar" un problema . Sin embargo, aunque en casos se emplea el diálogo y la negociación, es el enfrentamiento físico lo cada vez más frecuente, desde un choque, pasando por un malentendido en un local nocturno, hasta las manifestaciones. Nos hemos convertido en una sociedad un tanto más cercana a la violencia -- porque me niego a decir que somos definitivamente violentos --. No quiero definirnos como "violentos" porque día a día consigo gente alegre, amable, colaboradora, desinteresada... y eso es luz dentro de la oscuridad.



La violencia fue asociada desde tiempos muy remotos a la idea de la fuerza física y el poder, en cualquier forma. Los romanos llamaban vis, vires a esa fuerza, al vigor que permite que la voluntad de uno se imponga sobre la de otro. La verdad es que estamos rodeados de violencia. Vemos violencia en la televisión (o veíamos), vemos violencia en las redes sociales, vemos violencia en la calle, vemos violencia en oficinas de atención al público, y vemos promotores de la violencia. Estamos rodeados de violencia, porque la violencia no es sólo un acto de agresión física:

  • Cuando el policía en la calle matraquea, violenta los derechos de quien se ha convertido en su "víctima", que tal vez --no siempre-- cometió una infracción, y puede que sí merezca una sanción.
    • Y si "la víctima" accede al matraqueo se convierte en un promotor de esa violencia silenciosa, fortalece el hábito, estimula esa violencia hacia otros.
  • Cuando los motorizados son imprudentes, irresponsables, en su transitar por las calles (hasta en las aceras), generan violencia hacia el peatón y hacia el resto de conductores, imponiendo su propia ley, saltándose las reglas de la convivencia en las vías de tránsito. Más aún cuando violentan los automóviles con los que chocan como consecuencia de esa imprudencia.
  • Cuando se restringe de manera excesiva la transmisión de acontecimientos por prevenir la promoción de violencia, también se genera violencia.
  • Cuando en una oficina pública (nacional, estadal o municipal) me dicen que el trámite debe esperar 4 meses, pero lo tiene en una semana si le pago --Bs.2.500 para el carnet de circulación en el INTT, hasta Bs.15mil por un pasaporte en el SAIME, por nombrar algunos--, es violencia.
  • El no poder conseguir las medicinas o la atención oportuna ante una emergencia médica, ya sea por falta de recursos o camas en un hospital público o porque debo esperar a que mi seguro sea diligente en una clínica privada, es violencia.
  • Si me coleo para salir rápido de algo, violento el mismo derecho que tienen los demás a querer disponer de su tiempo.
  • Cuando desconozco al otro, lo violento como ser humano.
Al final, en todos lados conseguimos violencia, física o psicológica, y es producto de varios elementos: los mencionados al inicio de este escrito, y se le suma la imposición del beneficio propio por encima de lo justo, el anteponer interés económico frente a lo humano, y la ya conocida "viveza criolla". Pero esta solución no está en manos del Gobierno/Estado, están equivocados los que creen que "todo es culpa del Gobierno". La solución a esta cotidiana violencia en todas sus expresiones está en manos del Gobierno y de cada uno de nosotros:
  • Por cada uno de nosotros cuenta:
    • Buscar el diálogo, a toda costa, sin insultos ni descalificaciones.
    • Condenar y denunciar la violencia en cada expresión.
    • Impartir valores de respeto y solidaridad a los niños, niñas y jóvenes. Reforzarlo en los adultos. Formar en convivencia.
    • Entender que los derechos de una persona terminan cuando comienza a vulnerar los del prójimo.
  • Por el Gobierno/Estado:
    • Supervisión de sus funcionarios. 
    • Sanciones contundentes a quienes incurran en actos ilícitos y a quienes estorben el correcto accionar del Estado.
    • Acabar con la impunidad.
    • Voluntad política para la verdadera y definitiva solución de los factores de generación de la violencia social, económica y política.
Si no entendemos que las soluciones a problemas sociales no se dan ni por milagro, ni de la noche a la mañana, ni por decreto, sino por trabajo constante, coherente y contundente, seguiremos en un círculo de vicios como en los que ha estado sumida la democracia venezolana en toda su historia. Y, sobre todo, si no entendemos que aquí no hay un sólo culpable, sino que todos somos corresponsables de la sociedad en la que vivimos, no esperemos que las cosas cambien a lo inmediato.

La solución: conciencia, valores éticos y morales, respeto, convivencia, voluntad, justicia.

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